Pompeya, situada en el sur de Italia, en la región de
Nápoles, se aloja a los pies del Vesubio, uno de los volcanes más importantes
del mundo. En el año 79 d.C la ciudad fue devastada por la erupción del volcán,
quedando sumergida bajo un manto de lava, cenizas y muerte
La erupción del monte Vesubio en 79 d. C. fue una erupción
acaecida el 24 de agosto o 24 de octubre del año 79 d. C. sobre las ciudades de
Pompeya y Herculano. La erupción también alcanzó a Stabias.
En la mañana del 24 de agosto, una columna de humo comenzó a
ascender del volcán Vesubio. La población pensó que se trataba de un escape más
de humo, pues ya había pasado en años anteriores.
Pero esta vez la erupción se manifestó de dos maneras: en
Herculano, una especie de fango, mezcla de cenizas, lava y lluvia, inundó las
calzadas y callejuelas de la ciudad, cubrió los tejados y penetró por ventanas
y rendijas. La gente salió horrorizada de sus casas y muy pocos pudieron huir
de aquella ciudad italiana. En Pompeya se inició como una finísima lluvia de
cenizas que nadie sentía. Luego cayeron los lapilli, pequeñas piedras
volcánicas que se parecen a las normales, piedras pómez de varios kilogramos de
peso. La ciudad quedó envuelta en vapores de azufre que penetraron por las
rendijas y hendiduras de las casas y villas y se filtraron en las togas que la
población se ponía en nariz y boca para protegerse. Los pompeyanos comenzaron a
pasar angustiosos minutos, replegados en los rincones que podían encontrar.
Cuando en el último momento trataron de huir, muchos murieron lapidados por las
piedras pómez. Aterrorizada, la población retrocedía y se encerraba en sus
casas. Pero era demasiado tarde. En algunos casos, los techos se derrumbaban,
dejando sepultados a los inquilinos.
El 26 de agosto, el sol volvió a salir. Del Vesubio solo
salía una débil columna de humo y este volcán se encontraba rodeado por un
enorme pedrisco, del que apenas salía alguna columna o algún tejado. En una
distancia de 18 kilómetros, el paisaje quedó asolado: los jardines no eran más
que un terregal, los campos estaban llenos de ramas ennegrecidas. Las
partículas de cenizas se extendieron por África, Siria y Egipto.
En menos de 24 horas, el monte Vesubio había cobrado las
vidas de (aproximadamente) unas 5000 personas.
El misterio en Pompeya ronda alrededor de los cuerpos de las
victimas encontradas en estado de petrificación. Arqueólogos y científicos de
todo el mundo han estudiado durante años este fenómeno mortífero que dejo a los
ciudadanos de Pompeya congelados en el tiempo. Además de Pompeya, otras dos
ciudades sufrieron este desastre: Herculano y Estabia. Ambas yacían en la
ladera del volcán y sufrieron las enormes consecuencias de la erupción
Para averiguar qué fue lo que hizo estallar este infierno,
los arqueólogos se sirvieron de un una fuente de información extraordinaria, un
relato de un testigo del desastre llamado Plinio el joven. Plinio había
observado el volcán desde una ciudad al otro lado de la bahía de Nápoles y
describió en un par de cartas, dedicadas a Tácito, gran historiador romano,
todo lo que había visto. Relató que doce horas después de la primera erupción,
el Vesubio seguía escupiendo billones de toneladas de cenizas a la atmosfera y
que en todo ese caos, Plinio vio algo aún más impactante: una gran masa de material
se separó de la columna eruptiva y en lugar de salir disparada al aire, fluyó
por las laderas del volcán hacia abajo. Afirmó que una avalancha de gas y polvo
se extendió por la tierra cubriéndolo todo a su paso.
Durante siglos esta versión había sido ignorada, hasta que
un día a 8.000 kilómetros de distancia sucedió algo en el estado de Washington.
El domingo 18 de Mayo de 1980 el Monte Santa Elena erupcionó. Toda la cara
norte del volcán se colapsó y al hacerlo liberó una capa de gas y polvo por la
ladera, denominada flujo piroclástico, un flujo letal. Puede alcanzar una
temperatura de 560 grados centígrados y alcanzar una velocidad de 480 km/h.
Entonces los científicos lo tuvieron claro: era el mismo fenómeno que había
descrito el joven Plinio 2.000 años antes en Pompeya.
Flujo piroclástico, colada piroclástica, nube ardiente o corriente de densidad piroclástica
a una mezcla de gases volcánicos calientes, materiales sólidos calientes y aire
atrapado, que se mueve a nivel del suelo y resulta de ciertos tipos de
erupciones volcánicas. La velocidad de las coladas piroclásticas puede ser tan
baja como 10-30 km/h o llegar a los 200. Las coladas piroclásticas pueden ser
letales debido a su movimiento veloz y altas temperaturas.
Si la colada piroclástica es muy
enérgica y diluida se denomina oleada piroclástica; estas se atienen menos a la
topografía que las comunes, pudiendo subir y bajar valles y cerros Existen dos
tipos de oleadas piroclásticas: las calientes y las frías, según tengan más o menos
de 100 °C de temperatura.
Pero, ¿por qué sus
cuerpos no se derritieron sino que quedaron petrificados? El factor
influyente fue la distancia de 8 kilómetros que separa a Pompeya del Vesubio.
El flujo se fue enfriando conforme se acercaba a la ciudad. Al alcanzarla,
tenía la temperatura suficiente como para matarlos al instante pero no para
carbonizar su carne. Por eso quedaron inmovilizados en las cenizas,
petrificados en el tiempo.
El volcán Vesubio es famoso por su erupción del 24 de agosto
del año 79, en la que fueron sepultadas las ciudades de Pompeya y Herculano.
Tras aquel episodio, el volcán ha entrado en erupción en numerosas ocasiones.
Está considerado como uno de los volcanes más peligrosos del mundo, ya que en
sus alrededores viven unos tres millones de personas y sus erupciones han sido
violentas; se trata de la zona volcánica más densamente poblada del mundo. Es
el único volcán situado en la parte continental de Europa que ha sufrido una
erupción en el siglo XX.



No hay comentarios.:
Publicar un comentario